martes, 25 de febrero de 2014

Dos razones para estudiar las enfermedades raras

Un ser humano está construido en base a la información contenida en aproximadamente 20.000 genes. Cada uno de esos genes es una pieza que desde el mismo momento de la unión entre óvulo y espermatozoide comienza a funcionar para conformar lo que poco a poco irá creciendo y completándose hasta ser un ser adulto e independiente. Durante toda la vida de dicho ser, esas 20.000 instrucciones seguirán presentes: algunas estarán constantemente siendo utilizadas, otras permanecen latentes, otras se silenciarán en determinado momento; pero el ser adulto no necesitará nueva información para seguir viviendo hasta el fin de sus días. En un caso ideal, las 20.000 dosis de información contendrán un número de errores o imperfecciones lo bastante pequeño como para que el individuo lleve una vida relativamente cómoda, consiga reproducirse (si lo desea) y viva tantos años como físicamente sea posible (obviando muerte por causas accidentales). No hace falta ser matemático para imaginar que este caso ideal es altamente improbable: todos, absolutamente todos y cada uno de nosotros portamos tal cantidad de errores en nuestros genes que es más probable que ninguno encajásemos en lo que se pudiese definir como un “ser humano estándar”; como se suele decir, todos tenemos “nuestras teclas” y en cierto modo es reconfortante pensar que en realidad no existe una norma a la que nos acercamos en mayor o menor medida, sino que la especie humana conformamos un conglomerado de variedades genéticas en cuya diversidad reside un gran potencial, así como una gran belleza. Pero hay algunas de estas variedades genéticas que traen acarreados graves problemas para la salud, y su proporción en un grupo humano de gran tamaño es tan baja, que constituyen una rareza. Esto es, a grandes rasgos, lo que define a las enfermedades raras. Es fácil entender que esta “rareza” se debe, pues, a una mínima presencia comparada con otras enfermedades debidas a causas  más comunes, y por eso se llaman también enfermedades minoritarias.

RareDiseaseDay

martes, 11 de febrero de 2014

II Congreso de Investigación Biomédica 2014: participen, asistan, ¡disfruten!


Los lectores asiduos (los dos o tres) recordarán que hace máomeno un año anuncié a bombo y platillo mi participación en la organización de unas Jornadas de Investigación alojadas en la Facultad de Medicina y Odontología de la Universitat de València. Las jornadas finalmente fueron un éxito, un éxito tal que este año se repiten pero de forma mutada, aumentada y mejorada: y así nace el II Congreso de Investigación Biomédica 2014, que como véis suena más molón y cañero, y viene cargado de posibilidades de participación que desde aquí os animo a plantearos muy seriamente porque aún tenéis unos días, hasta el 14 de febrero, para presentar vuestra propuesta de comunicación oral, póster o Speed Talk (esto último es especialmente interesante: charlas cortas de 5 minutos para exponer tu proyecto biomédico o biotencológico). Todas estas actividades tienen premio, así que ya sabéis, menos comparar bombones y gaitas y más apuntarse antes de San Valentín. Podéis pinchar aquí para obtener más información e inscribiros en cualquiera de ellas.


domingo, 9 de febrero de 2014

La célula, una ciudad microscópica

El pasado 23 de enero tuve la suerte de ser invitado a participar en la semana de la ciencia del colegio La Purísima, aquí mismo en Valencia. La invitación vino por parte de una amiga, Sonia Vara, profesora en dicho centro y que pensó que podía ser una experiencia interesante para los alumnos de 3º y 4º de ESO escuchar algunas locuras biológicas de boca de un tipo que se dedica profesionalmente… pues a eso, a hacer locuras biológicas. El otro profesor implicado, José Manuel Poveda, también pensó que sería una buena idea y además aprovechó para matar dos pájaros de un tiro y proponerme que le diese una charla orientativa a los alumnos de bachillerato de ciencias. A mí, que me encanta hablar de ciencia, me mola dar charlas, me fascina contar los detalles de mi trabajo como investigador y además soy un firme convencido de que la enseñanza secundaria es un punto clave a la hora de centrar esfuerzos docentes y formativos para poder tener algo de fe en el futuro de nuestro país de pandereta (podéis parar a respirar, reconozco que me he pasado con esta última oración subordinada), no me costó ni un segundo decir SÍ.



Y claro; luego con calma, cuando recapacitaba en la Batacueva, me percataba de que hablar de células y moléculas a chavales de 14 y 15 años podía ser muy difícil. O muy aburrido. O ambas cosas a la vez. De modo que hice crujir mis nudillos, abrí el pouerpoint y sin más dilación me lancé a componer una charla sobre la célula. La idea de la charla era simple: explicar qué hace que un tipo de célula sea tan diferente de otro, y sin embargo tengan muchísimas cosas en común. A partir de aquí, compuse un viaje al interior celular que nos permitió entender cómo funcionan las células y cómo hacen para ser muy diferentes unas de otras. A raíz de esto, explicar porqué los seres humanos somos tan distintos, o cuál es la base de la mayoría de enfermedades y cómo estudiar la biología celular nos permite aprender a curarlas, salió solo. Fue una oportunidad perfecta para utilizar los conceptos que manejamos en OOBIK (¿cómo? ¿que aún no sabes qué es OOBIK? Anda lee esto y luego pincha aquí. Por favor.) y de ahí el título de la charla: la célula funciona como una ciudad microscópica, llena de carreteras, estructuras y edificios, y poblada por habitantes que realizan todos los trabajos necesarios para mantener dicha ciudad: esos habitantes no son otros que las proteínas.

Uno de mis primeros intentos por captar la atención de la muchachada. Sí, ya sé que le chica igual está un poco pasada de moda para los jovenzuelos, pero es mi charla y pongo las macizorras que quiero, ¿vale?


Para esta diapositiva sí me asesoré un poco para saber qué le gustaba a los chicos de hoy. El twitter, qué gran invento (y gracias @bioamara por las sugerencias).


Litos junto a un espermatozoide gigante. Seguro que cuando me invitaron no esperaban enfrentarse a cosas así.



El gran momento de la charla fue cuando, para ilustrar todos los procesos que tienen lugar dentro de las células, y poder ejemplificar la manera en que las interacciones entre proteínas y estructuras celulares desencadenan y regulan los procesos biológicos que hacen que funcione nuestro organismo, proyecté el famoso video The inner life of the cell (video que ya os introduje en esta entrada); eso sí, maqueado a mi estilo (vamos, con la música de la peli Man of steel de fondo, tampoco me pidáis más). La verdad es que ver las vesículas del aparato de Golgi avanzar hacia la membrana cargadas de receptores, coincidiendo con el crescendo de la música, quedó bastante épico. Os inserto aquí el montajillo:




Además, como en el colegio son así de molones, hicieron un reportaje gráfico cuyas imágenes podéis encontrar en este enlace (las dos fotos de la charla han salido de ahí). Y además en el blog que los profesores de biología han creado para mantener actualizados a los alumnos también se han comentado cosas al respecto. Particularmente me llena de orgullo y satisfacción que algún chaval ha dejado incluso algún comentario diciendo que la charla le pareció interesante. Aunque haya sido para pelotear a los profes y subir nota, pues oye, ilusión hace igualmente.

Llenazo en el salón de actos. 

En fin, como veis, al final me lo pasé de miedo preparando el asunto y soltando mis rollitos. Pero es cierto que acudí a la cita con bastante temor: ¿sería un peñazo para los estudiantes todo lo que les iba a contar? ¿sacarían alguna conclusión? ¿me harían alguna pregunta, o se dormirían a mitad presentación? Si hubiese sabido por un segundo lo que me iba a encontrar, no hubiese sentido ni una pizca de inquietud. Los chavales no sólo estuvieron atentos desde el principio hasta el final: rieron, aplaudieron, bromearon, mantuvieron silencio cuando tocaba, hicieron preguntas... y ojo, que no se limitaron a preguntar cuatro tonterías para quedar bien y cumplir. Hubo algunas preguntas alucinantes que demostraban no sólo que habían atendido, sino que además le daban al coco y ponían en contexto lo escuchado junto a otros conocimientos o anécdotas que ya habían adquirido en otra ocasión. A mi modo de ver, el éxito fue rotundo.

Y respecto a la gente de bachillerato, otro tanto. En este caso era de esperar un mayor interés de base, ya que algunos de ellos se planteaban hacer una carrera investigadora, o sencillamente no sabían con certeza en qué consiste esto precisamente. Aquí fue más fácil hacerme con la audiencia, y la verdad, aunque ninguno se dedique a la investigación el día de mañana, por lo menos tendrán una idea bastante concreta de qué se hace en este campo profesional y porqué es importante. Creo que esto es ya un punto considerablemente positivo, y demuestra la importancia de la labor divulgativa y lo serio que debemos tomar el transmitir nuestra experiencia y entusiasmo  a la gente joven que serán los adultos del mañana. Tal vez de este modo, en unos años lleguemos a olvidar lo tristemente que se ha tratado la ciencia durante los años que nos ha tocado vivir en este nuestro país, y lo perdida que está una sociedad que no sabe ni valorar ni proteger el importante legado que la cultura científica tiene para todas las personas que habitan en un mismo entorno

En momentos como éste uno se alegra de no poder leer las mentes

Desde luego, mientras existan profesores como Sonia y José Manuel, hay una pizca de futuro que pinta increíblemente esperanzadora. Y la verdad es que sólo puedo desear que su ejemplo cunda entre la comunidad docente. Es el mejor deseo que puedo tener para las futuras generaciones: profesores comprometidos, entusiastas, sin miedo a arriesgar y a conocer cosas nuevas, y dispuestos a hacer de sus clases algo más que simple traducción de contenidos en papel. No son los primeros que conozco que tratan a sus alumnos de este modo (contaré más experiencias similares que he vivido recientemente, en otra ocasión), y espero que cada vez haya más. Les doy las gracias por haberme invitado, y por trabajar de forma tan ejemplar, agradecimiento extensible a todo el personal del colegio que hizo posible esa Semana de la Ciencia.

Y a los chavales... gracias por escucharme y por aguantar mis tonterías. O al menos por disimular tan bien.



domingo, 2 de febrero de 2014

Mejor búscate otro hobbit

- Hola, señor Frodo, ¿le puedo molestar un momentito?

- Hola, Sam. Anda, pasa.

- ¿Seguro que no le interrumpo? No quisiera importunarle.

- Que pases, Sam, que pases.

- Gracias señor Frodo. La verdad es que tiene que ser muy molesto ser interrumpido cada dos por tres cuando uno está terminando de escribir... por cierto, ¿cómo va la cosa?