martes, 27 de septiembre de 2016

El reto de Isa

Durante mi carrera como investigador he trabajado en tres laboratorios distintos. En todos ellos he tenido la inmensa suerte de coincidir con compañeros de bancada magníficos, en parte reflejo de que cada uno de los responsables de dichos laboratorios fueron (son) unos jefes ejemplares, respetuosos y creadores de buen ambiente. Pero los buenos jefes no son la única razón de que un laboratorio sea un sitio donde da gusto trabajar. Hay otro factor, también humano pero que no siempre es obvio, que influye notablemente en este desarrollo de la labor investigadora. Se trata de los técnicos de laboratorio, esos profesionales de la ciencia a menudo ninguneados y pasados por alto, a los que otros investigadores miran con desdén por encima del hombro porque una vez terminan de rellenar las puntas, preparar los medios y pasar las células, cuelgan la bata y se van a su casa o a donde quiera que les apetece pasar las horas que quedan hasta la jornada siguiente, en lugar de quedarse descargando artículos o preparando un seminario de resultados hasta altas horas de la madrugada.




lunes, 19 de septiembre de 2016

La entrevista

- Pero a ver, si es que eres cabezón, ¡quieres devolver la llamada a la periodista!

- Que no macho, no sé cómo decírtelo, ¡que no me da la gana conceder más entrevistas!

- Mira que eres terco. Para una vez que tenemos resultados chulos... ¡el mundo tiene que saberlo! ¡Piensa en la Humanidad, no en ti mismo!

- Estás de coña, ¿no?

- Bueno, un poco; pero macho, la visibilidad nunca viene mal. Quién sabe, igual algún filántropo aburrido se ve inspirado por lo que contamos y nos financia una investigación.

- De coña de nuevo, ¿a que sí?

- Claro.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Una reseña diferente


Por si no fuese bastante honor que mi relato de ciencia ficción haya inspirado una portada, encima se trata de una portada tremenda y que... ¡brilla en la oscuridad! (la oscuridad es el tema común a todos los escritos del número; sí, eso es también marca de la casa. Unidad temática en cada entrega).

Este post iba a ser una reseña de los últimos números aparecidos de Principia y Principia kids, los cuales he leído durante este verano. Quería disfrutarlos bien antes de escribir sobre ellos. Y llegado el momento de contar qué me han parecido, me enfrento a un dilema: no quiero hacer una reseña al uso. De hecho, no puedo hacer una reseña al uso. Por varias razones. Que procedo a enumerar:

1. Principia no puede reseñarse como una revista, como un libro, como un cómic, o como una publicación de divulgación. A sus creadores les gustaría que os dijese que en realidad es un "magacín cultural", pero tampoco la voy a llamar así. Lo más riguroso que podría decir es que es un poco de todo eso... y mucho más que todo eso.

2. Hay multitud de blogs y webs donde se describen los contenidos de los números, empezando por la propia página de la tienda de Principia. Cualquiera que los lea puede hacerse una idea de lo variado, completo y original del índice de contenidos de cada entrega (un ejemplo, y otro, y otro aquí).

3. Una reseña al uso debería incluir una valoración objetiva y pormenorizada de los artículos que componen la revista, sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Obviamente, toda reseña o crítica está siempre sujeta a la subjetividad y los sesgos propios del que la escribe, pero en este caso sería muy flagrante puesto que no solo participo en tres de los artículos contenidos en las revistas (un relato de ciencia ficción de corte clásico, y los guiones de las obligadas citas con OOBIK), sino que conozco personalmente a casi todos los que participan en los demás. A veces es difícil valorar el trabajo de aquellos que te caen muy bien, sobre todo cuando los sigues de cerca y constatas a diario que son gente capaz de lo mejorcito en el campo. Y podría extenderme demasiado. Así que por mucho que me duela, tabla rasa: no nombraré a nadie directamente.

4. En realidad, soy demasiado vago como para hacer lo que de verdad me gustaría: ir uno por uno, destacando sus virtudes y explicando lo que más me ha gustado de cada uno de ellos.

Bueno ya me he cansado de enumerar. Así que voy a dejar a un lado los numeritos y voy a seguir a pelo.

Esta no es una ilustración que uno suela encontrarse acompañando un texto de divulgación. Pero es que la historia que se cuenta, y cómo se cuenta, tampoco tiene nada que ver con la divulgación de la ciencia "clásica". Hay ciencia en "Los 86", pero también hay literatura, emoción, historia, y humanidad. 

Tras mucho pensarlo, he conseguido por fin hallar un buen símil para expresar las sensaciones que, como lector (y olvidando mi participación), me ha producido la dilatada lectura de estas entregas, las cuales me he llevado allí donde he ido este verano. Me han acompañado en mesitas de noche, maletas, en la hora de la siesta y antes de dormir. Comencé la revista por el primer artículo, luego fui saltando de uno a otro, ojeando una y otra vez para recrearme en las ilustraciones, decidiendo cuáles me llamaban más la atención y guiando el orden de lectura según diferentes criterios: porque un dibujo atrapaba mi mirada, porque el autor es un viejo conocido, porque el tema de repente me parece de lo más curioso... en algunos casos, empezaba a leer sin tener ni idea de qué me iba a encontrar. Finalmente, recuerdo agobiarme porque al ir saltando tanto me costaba encontrar los que me quedaban sin leer; así que retomé el principio y fui leyendo todos los que aún no había catado. Como resultado, devoré con ímpetu algunos relatos que me atrajeron desde el principio, pero curiosamente algunos de los que más disfruté fueron de los últimos, porque a lo mejor en su momento no me llamaron la atención. Una vez terminada la revista, la conclusión es que unos me gustaron más que otros; algunos me encantaron, otros me parecieron meramente entretenidos; pero todos, absolutamente cada uno de ellos, me proporcionó algo nuevo, algo original, algo inesperado. Bien por el contenido, bien por la narrativa, bien por las ilustraciones que lo acompañaban.


Los números (perdón; episodios; hasta en la forma de numerar es original esta obra, fíjense en los lomos) de Principia no desentonan en una estantería de cómics, no en vano el formato me retrotrae a algunas de mis novelas gráficas favoritas en formato prestige. Por supuesto, el que cada número incluya historietas de OOBIK también ayuda.

Me vino a la mente - y este es, por fin, el símil - aquellos tomos de Super Humor de cuando era crío, que contenían historietas variadas, algunas protagonizadas por mis personajes favoritos y otras por personajes que no me decían nada en principio. Siempre recuerdo devorar las historias de Mortadelo y Filemón, una tras otra, para luego pasar a las páginas de 13 Rue del Percebe; si había Rompetechos o Pepe Gotera y Otilio, eran los siguientes. Y ya sin rastro del genio Ibáñez, procedía a leer los Superlópez (con el tiempo llegó a cautivarme lo que conseguía Jan además de parodiar a Superman) o los Zipi y Zape. Estos últimos no me entusiasmaban, pero como ávido lector de cómics, al final terminaba por pasar un buen rato; y en otros tomos o revistas de historietas similares (me viene a la cabeza la mítica revista Guai!, cuyo nacimiento y fallecimiento presencié; viejuno que es uno), donde se daban cita otros personajes y autores, a menudo encontraba entre las últimas elecciones en el orden de lectura, auténticas maravillas que llegaban a convertirse con el tiempo en mis favoritas. 


Resultado de imagen de revista guai
El mítico primer número de la revista más guay del kiosco (fuente)


Exactamente esto es lo que sucede con Principia: puede que no seamos muy devotos del estilo de alguno de los autores, puede que algunos temas no nos parezcan novedosos o llamativos, puede que solo nos apetezca leer aquello que es divulgación científica en sentido clásico, o por el contrario, que estemos hartos de los artículos de divulgación; que busquemos aprender cosas nuevas, o que disfrutemos más con las idas de olla, las historietas moleculares, los repasos cinéfilos o los cuentos e historias cortas; pero todo ello ha sido creado por auténticos profesionales, por personas con intereses, experiencias y destrezas de lo más variopinto, siempre desde la pasión y la máxima entrega. Y eso, se nota. Igual que se nota el amor con el que los padres de la criatura (Quique, Cris, Javi y en la impagable labor de co-editores, Silvia y Rafa) se han encargado de pulir las aristas, encajar las piezas, y engalanar todo con un buen gusto y una elección de ilustradores y decisiones de diseño que no solo completan, sino que mejoran aún más el conjunto, convirtiéndolo en una auténtica obra de arte. Arte gráfico, arte narrativo, arte científico. Sí, creo que podemos empezar a hablar de "arte científico" cuando la ciencia o las explicaciones basadas en evidencias experimentales sirven de excusa para hacernos soñar, para hacernos reír, para hacernos llorar. Cuando esa misma ciencia permite crear mundos imaginarios, recrear cosas que nadie es capaz de ver, o inspirar a artistas que terminan pariendo algunas de sus mejores creaciones.

Todo lo escrito en esta reseña vale tanto para Principia como para Principia kids; pero esta última se guarda algunas bazas críticas para conectar con la muchachada, como las páginas para completar con pegatinas (en la imagen, una composición refinada y minuciosa, obra de miniLitos).

Ya advertí que iba a ser una reseña diferente. Porque lo mejor que se puede decir de una obra cualquiera, en el actual panorama sobresaturado y estandarizado, es que sea diferente. Y esta sí es una definición de Principia que me convence, y con cada entrega que tengo en mis manos, me siento más convencido de ello.

¿Qué es Principia? Es algo nuevo, algo bello, algo sorprendente. En definitiva... es diferente.